martes, 2 de noviembre de 2010

Las bodegas son ya, verdaderas obras de arquitectura.


El vino ya no es solo sudor, sacrificio, barro, lluvia, sol abrasador y dolor de espalda. Desde hace unos años, con el auge del turismo vinculado al mundo vitivinícola, los caldos también sugieren relajación, lujo, buen gusto... y calidad arquitectónica. Muchos de los grandes estudios nacionales e internacionales se han lanzado a crear bodegas, de renombre o más modestas, y han dejado su sello en el territorio. Las salas de barricas han pasado de ser un lugar donde guardar el producto a convertirse en auténticos templos dignos del dios Baco, diseñados por firmas de renombre nacional e internacional.
Esta misma semana el británico Norman Foster, uno de los arquitectos más prestigiosos del mundo, inauguraba en Gumiel de Izán Bodegas Portia, del Grupo Faustino. Un edificio en forma de flor con tres pétalos, asomado a la autovía A-1, donde destaca la majestuosidad de los volúmenes, su estilo práctico y su cuidada iluminación que incorpora hasta tonos frambuesa.
Pero no solo de Lord Foster viven las bodegas burgalesas. Arriesgándose con inversiones multimillonarias (la de Portia ha costado 25 ‘kilazos’), la llamada enoarquitectura va cobrando cuerpo en la provincia. Y para dar ejemplo, nadie mejor que el Consejo Regulador de la Denominación de Origen Ribera del Duero.
La nueva sede de este organismo, en Roa, fue objeto en el año 2006 de un concurso arquitectónico que ganaron Fabrizio Barozzi y Alberto Fernández Veiga con un proyecto posteriormente premiado en un certamen de jóvenes arquitectos. Después de varios retrasos, el edificio todavía se encuentra en obras aunque en una fase bastante avanzada. Concebido como una transición entre el entorno urbano y el natural, presenta una característica fachada agujereada que a modo de atalaya dominará el paisaje de los alrededores.
A raíz de aquella experiencia, el Consejo Regulador de la Denominación tuvo claro el potencial del atractivo arquitectónico. Su presidente, José Trillo, apunta que «todo aquello que contribuya a potenciar las sinergias entre el vino y el turismo es positivo para la Ribera del Duero». Y evidentemente «los grandes proyectos arquitectónicos vinculados al mundo del vino que se alzan en la Ribera son un importante reclamo para quienes nos visitan».
Los medios de comunicación dedicados específicamente al vino o las secciones monográficas son cada vez más numerosas. Las denominaciones de origen editan sus propias publicaciones y las bodegas venden sus excelencias. Entre todos ellos han hecho crecer el interés por dormir, probar y contemplar. Si a ello le ponemos la guinda de las presencia de grandes estrellas, el cóctel está servido.
En la vecina Álava, Frank Ghery construyó un primo hermano del Guggenheim en Elciego. En Burgos, el nombre con mayor tronío ha sido hasta ahora el de Foster. Pero otro ‘top ten’, en este caso el español Rafael Moneo, trabaja en la preparación de un proyecto para Chivite en La Horra. Esta localidad, próxima a Aranda, acogerá una nueva bodega con la que la dinastía navarra desembarcará en la Ribera.
La crisis económica ha ralentizado el ritmo previsto en un principio, la empresa aún está en complejos trámites urbanísticos con el Ayuntamiento (es necesaria una permuta para poder emplazar la bodega en el monte público) y no hay plazos para el inicio de la construcción, pero fuentes del grupo explican que «la idea se basa en el concepto de una edificación completamente ecológica, respetando los aspectos medioambientales, con materiales ‘verdes’ y en la línea de nuestra bodega de Arínzano (en Estella, diseñada igualmente por Moneo)».
La firma del arquitecto navarro pondrá de nuevo bajo la mirada del gran público a la arquitectura de vanguardia en la Ribera. Siempre que sirva para el impulso económico, la creación de empleo y la atracción de visitantes, toda iniciativa de este calado será bienvenida. José Trillo destaca que eventos como la inauguración de un edificio con el sello nada menos que de Norman Foster «contribuyen a promocionar internacionalmente la Ribera del Duero. No cabe duda de que constituyen un atractivo para los propios profesionales de la arquitectura, pero también para aquéllos que simplemente disfrutan admirando el arte; no podemos olvidar que la arquitectura, como el vino, es arte y es cultura».
Sara García García-Alcalá, técnico de la Ruta del Vino, declara: «Siempre que se inaugura una bodega obra de un arquitecto muy conocido para el gran público, es como si los focos iluminaran a toda esa región». Parafraseando a la propia García-Alcalá, «ojalá que, atraídos por la arquitectura o por todos los alicientes que ofrece la Ribera, muchos visitantes elijan esta tierra para pasar unos días de vacaciones».

Anta Banderas: con el ‘gancho’ de Antonio
Ubicada en Villalba de Duero, esta bodega gestada hace una década fue obra del burgalés Federico Ortega y recibió un accésit de honor en el I Certamen de Edificación Sostenible de Castilla y León. Comenzó bajo el nombre de Anta, pero cuando el actor español más famoso del momento (con permiso de Javier Bardem) entró en su accionariado pasó a denominarse Anta Banderas. Su sede es un cubo de madera y vidrio que se integra en el entorno.

Martín Berdugo: la sobriedad rotunda
Hace ya cinco años que la firma arandina apostó por una arquitectura de vanguardia, firmada por Vicky Daroca y la burgalesa María Viñé, y el riesgo fue premiado con el galardón al mejor diseño europeo en categoría de construcción por la revista alemana especializada Bauwelt. En un terreno árido y pedregoso, las autoras se definieron por una estética que en su día definieron como «ensimismada e introvertida» y de gran sobriedad.

Buezo: cuarcita y cobre en el Arlanza
La Denominación de Origen Arlanza también cuenta con un ejemplo notable de arquitectura de vanguardia. En Mahamud, Buezo ha creado un edificio, obra del arquitecto Mariano Cobo, en el que la piedra cuarcita y el cobre que predominan en la bodega se integran en el paisaje castellano. En su interior, amplias zonas para maniobrar y una gran altura permiten el trasiego por gravedad, una de las técnicas de trasvase tanto de los mostos como de los vinos que caracteriza el hacer de esta bodega.

Pago de los Capellanes: obra de un experto
Buscando romper con las líneas clásicas, el matrimonio Rodero-Villa, propietario de estas instalaciones, encargaron al arquitecto Jesús Manzanares un edificio en Pedrosa de Duero que se ha terminado de construir este mismo año. Paco Casas, enólogo de la bodega, explica que eligieron al autor por su amplia experiencia en el mundo del vino, pues ya había diseñado previamente las de Enate (Somontano) y Álvaro Palacios (Priorato). Imitando la cercana cuesta de Manvirgo, predomina el hormigón.



Bilbao Press

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