El último en llegar, cumpliendo así con lo que parece ser un guión no escrito entre la élite del Real Madrid, será su nuevo entrenador, José Mário Santos Mourinho, quien recién aterrizado en la galaxia blanca ya ha merodeado por la urbanización en busca de la casa que más se ajuste a sus necesidades. Fue el capitán del equipo, Raúl, el primero en fijar allí su lugar de residencia cuando La Finca aún era un proyecto. Después, le ha imitando casi toda la plantilla blanca. Desde Kaká hasta Benzemá, quien, recientemente protagonizó un incidente con su coche al volver a su casa de madrugada. En un pequeño despiste, chocó su audi contra una encina y contra una de las tres vallas de seguridad que delimitan el perímetro del recinto.
Un casting para vivir en La Finca,Quizá, solo las liebres silvestres campen a sus anchas en el recinto, porque nada más se mueve sin permiso o control dentro de la urbanización. Y no es solo una cuestión de dinero o de estatus lo necesario para codearse entre la creme de la creme. En La Finca “no entra cualquiera”, como explica a este diario Joaquim Torres, del estudio A-Cero, el arquitecto de las estrellas y responsable de buena parte del diseño de La Finca.
“Quien quiera vivir aquí tiene que tener un interés muy grande para entrar. No se ponen carteles con teléfonos para hacer promoción como en otros sitios ni se dan facilidades con los horarios para ver las casas. Tampoco se muestran al público los sábados por la mañana, una táctica muy extendida en el mercado inmobiliario. Y además, para poder comprar hay que superar una entrevista personal con los comerciales”.
“Se ha hecho así desde el principio -añaden desde Gilmar-. Es una selección muy exhaustiva y, efectivamente no todo el mundo que ha querido comprar en La Finca ha podido. Pero eso es también parte de su atractivo”. Una selección que, aparentemente, evita la llegada de personajes que no se ajusten al perfil deseado. De hecho, hace unos años, un hombre de nacionalidad rusa relacionado con el juego quiso hacerse con cinco parcelas. Hubiera sido un negocio redondo, pero a la promotora no le inspiró suficiente confianza. “Si ha habido incidentes, yo nunca me he enterado”, afirma el arquitecto. “Y si hubiese ocurrido algo sería muy grave porque afectaría a las bases de su seguridad”.
Sin embargo, también en La Finca se han colado inquilinos luego caídos en desgracia. El caso más conocido, el del empresario Francisco Correa, cabecilla de la trama Gürtel. Su residencia habitual en la urbanización era un chalé de ladrillo visto de 600 metros cuadrados con piscina y que estaba a nombre del padre de su mujer, Emilio Rodríguez Bugallo, uno de los imputados en el caso Malaya. Se trata de una zona de la urbanización en la que los adosados rondan los dos millones de euros.En la zona de Los Lagos los precios oscilan, sin embargo, entre los 5 y los 10 millones de euros. “Vivimos en un mundo al margen. En un terreno acotado y seguro”, explica Torres. “La mayor virtud de esta urbanización es que no se va a poder repetir en Madrid. Ya no hay terrenos tan próximos a la capital y, además, la seguridad lo convierte en algo único”.
“Gente muy discretita”La presencia de lo público en La Finca brilla por su ausencia. Absolutamente todo lo que se puede ver es privado. Seguridad, limpieza, recogida de basuras… Todo está contratado con un personal perfectamente identificado y que, como es natural, debe guardar total confidencialidad sobre su trabajo. Hasta las sustituciones se tienen que notificar.
“La seguridad va inevitablemente ligada a la privacidad”, añade Torres para defender el halo de misterio que rodea a la urbanización. Algo que también va ligado a la falta de interrelación entre los residentes, que apenas se conocen entre sí. “Como vecinos conozco a algún amigo, pero, en general, la gente es muy discretita”, afirma otro inquilino de la urbanización. “En otras urbanizaciones en las que he vivido quedaba con los vecinos, pero aquí ni siquiera conozco al vecino de al lado”. Una falta de conexión que confirma el arquitecto: “Hay poca interrelación porque no se pretende. No se busca vivir en comunidad, se quiere privacidad”.
Y eso a pesar de contar con amplias zonas verdes para el paseo y de poder disfrutar del exclusivo Reebok Sport Club, un gimnasio de 25.000 metros cuadrados donde a determinadas horas del día solo pueden acceder los clientes VIP.
Cualquier visitante debe comunicar su DNI y la casa a la que se dirige en cuanto llega a la garita de acceso. Y sin el consentimiento expreso del vecino en cuestión, nadie, ni los más cercanos familiares, pueden atravesar sus puertas y adentrarse en el último lugar al que no ha llegado el hombre (sin permiso).
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