viernes, 18 de febrero de 2011

Al fin del mundo con mi 4L



15.000 jóvenes han participado en el 4L Trophy desde que el francés Jean Jaques Rey, excorredor de la París-Dakar, puso en marcha en 1998 la primera edición del rallye. Los participantes tienen que poner el coche y pagar 3.100 euros de inscripción.
La prueba es ya un fenómeno sociológico entre los estudiantes de media Europa
De los seis coches participantes en la primera edición, en 1998, se ha pasado a los 1.200 de este año
Si se topa estos días con una caravana de Renault 4 (R4) mientras conduce igual le asalta la duda y tiene la tentación de pellizcarse para ver si está soñando o se ha colado sin darse cuenta en algún túnel del tiempo. Aunque todavía queda algún que otro ejemplar en activo, el 'cuatro latas' es ya un modelo en vías de extinción en la red viaria española. Si ver alguno aislado empieza a ser ya poco frecuente, qué decir cuando uno se cruza con cientos de ellos circulando ordenadamente en fila india. ¿Un espejismo, una jugarreta de la vista cansada? Pues no. Los 1.200 Renault 4 que a partir de hoy empezarán a atravesar la península rumbo a Algeciras son los protagonistas de una singular carrera, el 4L Trophy, que este año cumplirá su 14 edición.
En realidad el término carrera no es el más adecuado para definir el 4L Trophy. Para empezar los participantes no son pilotos profesionales, sino simples estudiantes que tienen entre 18 y 28 años. Y está claro que los coches tienen poco que ver con los prototipos que surcan como relámpagos las dunas en rallyes como el Dakar o el de los Faraones. Por no tener, el modesto 4L no tiene ni siquiera tracción a las cuatro ruedas, lo que no quiere decir que sea torpe en un terreno exigente como el desierto. Al contrario, su ligereza -pesa algo más de 600 kilos, la mitad que un utilitario actual- lo convierte en una máquina ideal para transitar por pistas de arena e incluso modestas dunas siempre que esté equipado con unos buenos neumáticos de tacos.
No es de extrañar que el francés Jean-Jaques Rey, un habitual de los rallyes africanos, pensase en el 4L cuando en 1996 concibió la idea de organizar una competición que recuperase el espíritu de las primeras ediciones de la París-Dakar. El veterano modelo de Renault resultaba asequible a todos los bolsillos y tenía acreditada una fiabilidad legendaria. Rey no consiguió reunir a más de seis 'cuatro latas' en la primera edición de la carrera, celebrada en 1998, pero diez años después el número de participantes se había multiplicado por cien. A día de hoy el 4L Trophy se ha convertido en todo un fenómeno sociológico entre los estudiantes de media Europa y sus organizadores se han visto obligados a limitar el número de coches que toman la salida, que este año serán 1.200.
Brújula en vez de GPS

El catalán Marc Ferreras, un estudiante de Cine de 20 años, será el único representante español en la cita. Criado en una familia aficionada al mundo del motor, Ferreras se enteró de la existencia de la 4L Trophy por boca de un amigo francés que conoció en un intercambio escolar. «Uno de los coches de mi familia había sido un R4 que todavía conservábamos, así que en cuanto supe de la carrera tomé la decisión de apuntarme». Ferreras recuperó el 4L familiar y poco a poco lo fue preparando para acondicionarlo a la cita con las pistas marroquíes. «Lo pintamos, lo subimos un poco de suspensiones y le pusimos unas protecciones en los bajos», cuenta. El reglamento solo autoriza ligeras modificaciones -el motor y el chasis deben ser de serie-, ya que el espíritu del rallye consiste precisamente en que todos los participantes tengan las mismas oportunidades.

El 4L Trophy no es una carrera de velocidad. La organización prohíbe el uso del GPS y únicamente entrega a los participantes un mapa, una brújula y la hoja de ruta. «Pensamos que saber orientarse sigue siendo fundamental por muchos dispositivos electrónicos que haya en el mercado y por eso damos mucha importancia a la navegación», dicen desde el cuartel general del rallye, situado en el pueblo vasco-francés de Ciboure. Durante los diez días de ruta los participantes recorren unos 6.000 kilómetros. El grueso de las etapas cronometradas se sitúa en el sur de Marruecos, con recorridos donde se alternan la arena y las piedras. El rallye acaba en Marrakech, que ha convertido el desembarco de los dos millares de participantes en una de las grandes citas del calendario festivo de la ciudad.
Los participantes -dos por coche- abonan 3.100 euros por la inscripción. La organización les procura el sustento pero duermen por su cuenta, generalmente en tiendas de campaña que plantan al lado de los coches al término de cada etapa. La gran mayoría de los vehículos acaba la carrera. «Los R4 son coches indestructibles», sonríe con indisimulado chovinismo uno de los portavoces de la prueba. La verdad, añade, es que las pocas complicaciones que plantean suelen ser resueltas en un plis-plas por los mecánicos que ponen los organizadores.
Marc Ferreras y su copiloto Víctor Belenguer están convencidos de que su reluciente 4L con matrícula de Barcelona no les dejará en la estacada. Anteayer se fundieron en San Juan de Luz, donde están instaladas las verificaciones, con el resto de los participantes. La mayoría son de origen galo aunque hay también una buena representación de belgas, holandeses, alemanes e incluso británicos. 2.400 estudiantes metidos en sus 'cuatro latas' y dispuestos a beberse el desierto. Un espectáculo para no perderse.
Entre 300 y 4.000 euros
El 4L dejó de fabricarse en Europa en 1992 aunque todavía es posible encontrar ejemplares en buen estado en el mercado de segunda mano. La demanda generada por la prueba 4L Trophy ha hecho incluso que crezca la cotización del modelo en Francia, donde se vende por precios que van de los 300 a los 4.000 euros en función de su estado. Al rebufo de la carrera han surgido una serie de talleres especializados en la preparación de los 'cuatro latas' para el desierto a los que se suelen dirigir los participantes que buscan uno. La mayoría de los coches tienen más de 100.000 kilómetros aunque la robustez de su mecánica les permite resistir con holgura kilometrajes mucho más amplios. En Francia, donde el modelo es todo un símbolo nacional, se decía que el motor del 4L sólo empezaba a ir redondo cuando había sobrepasado el medio millón de kilómetros. Una 'boutade' como otra cualquiera.





Bilbao Press
El Correo Bizkaia

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