Más de cuatrocientos discapacitados de Bizkaia se superan todos los días en diferentes deportes
Imagíne que hoy usted vence a la pereza. Que se levanta del sofá, se enfunda el chandal, las zapatillas de deporte y se da un paseo hasta el polideportivo más cercano. Visualice cómo disfruta del ejercicio, cómo desengrasa su cuerpo en la piscina, cómo celebra un gol con sus amigos, o cómo se desahoga en la cancha de squash. Ahora vuelva a imaginar lo mismo pero tenga en cuenta que es usted ciego, o que le falta un brazo, o que vive pegado a una silla de ruedas, o que su cerebro le traiciona, no hace caso a sus pensamientos y tiene su cuerpo agarrotado y retorcido. ¿Podría entonces permitirse el deporte? ¿Cómo se anudaría los cordones? ¿Podría llegar al polideportivo con su silla de ruedas? ¿Sería capaz de anotar un gol? Cuatrocientas seis personas lo hacen todos los días en Bizkaia. Son los deportistas que han tramitado una licencia a través de la Federación vizcaina de deporte adaptado. Y ellos se niegan a renunciar al deporte.
Esta organización nació hace seis años impulsada por la Diputación Foral con el objetivo de impulsar "la práctica, promoción y organización del deporte para las personas con discapacidad". Ese paraguas acoge a deportistas de cinco bloques: discapacitados intelectuales, físicos, auditivos, visuales y los afectados por parálisis cerebral, bien de nacimiento o adquirido. En el momento de su creación, este ente siguió un proceso que consistía en gestionar todas las especialidades deportivas desligándolas de sus respectivas federaciones convencionales. Éstas no podían asumir las necesidades de los deportistas discapacitados. Los ciclistas discapacitados suponen, por ejemplo, un porcentaje mínimo de las licencias que tiene la federación de ciclismo, pero el presupuesto que requieren sus necesidades, en cambio, son desorbitadas como para que las asuma esa federación. Sin embargo, la última orden de los organismos internacionales invita a recorrer el camino inverso: volver a integrar a cada deporte en su respectiva federación. "La integración es buena. El problema es cómo hacerlo", apunta Carlos Cañete, técnico de la Federación vizcaina de deporte adaptado, "nosotros estamos luchando para que en las asambleas de cada federación esté presente un representante del deporte adaptado".
Desde la Federación se trabaja también en campañas de promoción y sensibilización en centros escolares. Se organizan actividades para que los alumnos experimenten en simulaciones de lo que es practicar deporte sufriendo alguna discapacidad. Estas actividades son tremendamente útiles cuando en el centro hay algún alumno que las sufre.
Como en el deporte convencional, las batallas del deporte adaptado son muy variopintas. A niveles domésticos se lucha para un cambio de mentalidad de la sociedad del propio colectivo de discapacitados. Como afirma Porfirio Hernández, presidente de la Federación vasca, "las propias personas con discapacidad tienen muy alejada la idea de que hacer deporte es algo que forma parte de la vida cotidiana".
Dando un salto al deporte de élite también falta algo para enganchar al gran público. Tal vez la clave esté en el marketing, en convencer a jugadores retirados de baloncesto, por ejemplo, para subirse a una silla de ruedas y atraer a más aficionados. El entrenador del Bilbao BSR, Javier Sandomingo, lo tiene claro: "Jordan no movería la silla". Sus chicos, en cambio, son capaces de todo.
Imagíne que hoy usted vence a la pereza. Que se levanta del sofá, se enfunda el chandal, las zapatillas de deporte y se da un paseo hasta el polideportivo más cercano. Visualice cómo disfruta del ejercicio, cómo desengrasa su cuerpo en la piscina, cómo celebra un gol con sus amigos, o cómo se desahoga en la cancha de squash. Ahora vuelva a imaginar lo mismo pero tenga en cuenta que es usted ciego, o que le falta un brazo, o que vive pegado a una silla de ruedas, o que su cerebro le traiciona, no hace caso a sus pensamientos y tiene su cuerpo agarrotado y retorcido. ¿Podría entonces permitirse el deporte? ¿Cómo se anudaría los cordones? ¿Podría llegar al polideportivo con su silla de ruedas? ¿Sería capaz de anotar un gol? Cuatrocientas seis personas lo hacen todos los días en Bizkaia. Son los deportistas que han tramitado una licencia a través de la Federación vizcaina de deporte adaptado. Y ellos se niegan a renunciar al deporte.
Esta organización nació hace seis años impulsada por la Diputación Foral con el objetivo de impulsar "la práctica, promoción y organización del deporte para las personas con discapacidad". Ese paraguas acoge a deportistas de cinco bloques: discapacitados intelectuales, físicos, auditivos, visuales y los afectados por parálisis cerebral, bien de nacimiento o adquirido. En el momento de su creación, este ente siguió un proceso que consistía en gestionar todas las especialidades deportivas desligándolas de sus respectivas federaciones convencionales. Éstas no podían asumir las necesidades de los deportistas discapacitados. Los ciclistas discapacitados suponen, por ejemplo, un porcentaje mínimo de las licencias que tiene la federación de ciclismo, pero el presupuesto que requieren sus necesidades, en cambio, son desorbitadas como para que las asuma esa federación. Sin embargo, la última orden de los organismos internacionales invita a recorrer el camino inverso: volver a integrar a cada deporte en su respectiva federación. "La integración es buena. El problema es cómo hacerlo", apunta Carlos Cañete, técnico de la Federación vizcaina de deporte adaptado, "nosotros estamos luchando para que en las asambleas de cada federación esté presente un representante del deporte adaptado".
Desde la Federación se trabaja también en campañas de promoción y sensibilización en centros escolares. Se organizan actividades para que los alumnos experimenten en simulaciones de lo que es practicar deporte sufriendo alguna discapacidad. Estas actividades son tremendamente útiles cuando en el centro hay algún alumno que las sufre.
Como en el deporte convencional, las batallas del deporte adaptado son muy variopintas. A niveles domésticos se lucha para un cambio de mentalidad de la sociedad del propio colectivo de discapacitados. Como afirma Porfirio Hernández, presidente de la Federación vasca, "las propias personas con discapacidad tienen muy alejada la idea de que hacer deporte es algo que forma parte de la vida cotidiana".
Dando un salto al deporte de élite también falta algo para enganchar al gran público. Tal vez la clave esté en el marketing, en convencer a jugadores retirados de baloncesto, por ejemplo, para subirse a una silla de ruedas y atraer a más aficionados. El entrenador del Bilbao BSR, Javier Sandomingo, lo tiene claro: "Jordan no movería la silla". Sus chicos, en cambio, son capaces de todo.
Foto/Bilbao Press
Fuente/Deia
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