martes, 16 de noviembre de 2010

Nutrición para perros de competición


El objetivo de una dieta para perros de trineo debe ser el de solventar las extremas demandas energéticas, satisfacer el equilibrio hídrico, las necesidades proteicas específicas, las grasas necesarias, regular los procesos inflamatorios y beneficiar la salud intestinal.

La distribución calórica óptima será la que incluya del 50 al 65% de calorías de grasas, 30 a 35% de proteínas y 10 a 15% de carbohidratos.

Además hace falta no olvidar que el musher tiene que ser capaz de preparar la ración de manera rápida y sencilla, y que debe ser tan compacta y transportable como sea posible.

REQUERIMIENTOS ENERGÉTICOS

GRASAS

Las grasas aportan aproximadamente 9 kcal de energía por gramo de materia seca, lo que significa 2.25 veces la energía que aportan proteínas o carbohidratos. Debido a estas diferencias para aumentar la energía de la dieta se sube el % de grasas.

La ingestión diaria de las calorías necesarias para compensar la frenética actividad a la que se ven sometidos los perros de trineo llega al extremo de hablar de 6000 a 8000 kcal/día, cuando sólo son capaces de ingerir de 5000 a 6000 kcal/día. Debe tenerse en cuenta que la capacidad máxima de ingestión ronda el 3,5% del peso corporal por lo que se necesita aún más de la concentración energética de la dieta. Así del 60 al 80% de las calorías de la ración se aportarán como grasas.

Las grasas pueden jugar un papel importante en el control de la inflamación, no sólo de la piel, sino también de músculos, intestino y articulaciones. Estudios recientes demuestran que los ácidos grasos omega-6 y omega-3 realizan un trabajo vital en dicho proceso, siendo también importante la proporción entre sus concentraciones (5:1 respectivamente).

Además de la carga calórica, administrar dietas con altas concentraciones de grasas aumentan la resistencia física. Debido a que los perros dependen de los ácidos grasos libres para generar energía, incluso más que los humanos, y que éstos se liberan por diferentes mecanismos, a los que afecta la concentración de insulina circulante, administrar dietas grasas permiten menores cantidades de insulina que dietas isocalóricas basadas en carbohidratos, con lo que aumenta su capacidad para generar energía: mayor resistencia.

Aunque es importante su cantidad, también lo es que la dieta contenga un mínimo del 2% de materia seca en ácidos grasos esenciales, siendo además necesarios para la prevención de la peroxidación lipídica.

PROTEÍNA

De igual manera que las grasas, las necesidades de proteína aumentan con el trabajo.

El entrenamiento conlleva un aumento de la síntesis de enzimas y proteínas de transporte involucradas en las vías de síntesis de energía. Otro de los resultados del entrenamiento aeróbico es la expansión del volumen sanguíneo. Tal expansión necesita un incremento en la síntesis de proteínas plasmáticas para mantener las presiones oncóticas y osmóticas. El entrenamiento anaeróbico a su vez, crea hipertrofia muscular para lo que también es necesario un aporte proteico.


Además de aumentar la síntesis proteica, el ejercicio físico incrementa el catabolismo aminoacídico. Los aminoácidos aportan del 5 al 15% de la energía utilizada dependiendo de la intensidad y la duración. La mayoría se obtiene de la leucina, isoleucina y valina, que al ser esenciales deben aportarse en la dieta.

Alimentar con dietas altamente concentradas en grasas y proteínas mantiene más alto tanto el hematocrito como la concentración de albúmina sérica que si se hiciera con dietas ricas en carbohidratos.

CARBOHIDRATOS

Cuando los precursores gluconeogénicos ya están suficientemente disponibles, el perro de trabajo no tiene requerimientos dietéticos de carbohidratos, siendo capaces de mantener una glicemia normal y niveles de glucógeno muscular normales sin apenas carbohidratos en la dieta.

Aunque no existan requerimientos dietéticos, existen varias ventajas en incluir carbohidratos en la dieta. Los perros de trineo alimentados con dietas que contenían de 0 a 17% de calorías como carbohidratos fueron más susceptibles a padecer diarrea por estrés. Otra ventaja se centra en el agotamiento del glucógeno y su papel en la fatiga en condiciones por encima del umbral anaerobio. Alimentar con pequeñas cantidades de carbohidratos, durante un espacio determinado después de la carrera, permite el llenado del glucógeno muscular perdido mediante altas tasas de síntesis glucogénica. Dicho período llega hasta las dos horas postejercicio. La forma en que se aporte la glucosa no afecta a la tasa de síntesis de glucógeno, aunque se realice normalmente en forma de polímeros.

En la administración de polímeros de glucosa para la recuperación de los perros después del ejercicio debe tenerse en cuenta:

1. La tasa de llenado de glucógeno es máxima cuando los carbohidratos se administran dentro de los primeros 30 minutos.
2. La dosis óptima parece ser de 1.2 a 2 gramos de carbohidratos por kilo de peso.

Los carbohidratos utilizados deben ser de alta digestibilidad para minimizar la masa fecal. Un exceso de masa fecal supondría un sobrepeso innecesario para los perros.

AGUA Y ELECTROLITOS

Uno de los principales nutrientes es el agua. Aproximadamente dos tercios del peso corporal se componen de agua.

El equilibrio hídrico se regula mediante las presiones osmótica, oncótica e hidrostática así como mediante las permeabilidades de las membranas. El equilibrio del agua corporal se mantiene por la ingestión de agua y la producción metabólica (10-16 mL/kcal y 3-4 mL/g de glucógeno respectivamente), y por las pérdidas por evaporación y urinarias.

Solo alrededor del 20-30% de la energía consumida en las células musculares durante el ejercicio produce trabajo, el resto se convierte en calor.

Los cambios en el volumen plasmático inducidos por el ejercicio se dan por diferentes mecanismos. Los aumentos en la presión sanguínea durante el ejercicio causan un movimiento de fluidos del compartimento vascular al intersticial, así como la actividad muscular tiende a aumentar la presión osmótica intracelular provocando un trasvase de fluidos del intersticio al compartimento intracelular.

Durante periodos de ejercicio prolongados en condiciones de calor y humedad, el calor disipado también lleva a una disminución del agua corporal total y del volumen plasmático. Un 60% del calor disipado se da a través de las vías respiratorias altas. El mismo ejercicio en condiciones de frío también aumenta las pérdidas de fluidos por evaporación.

Otro factor que regula el compartimento intravascular es la concentración de proteínas plasmáticas. Estas proteínas aumentan la capacidad del plasma de retener las pérdidas hídricas hacia el intersticio, confiriendo lo que se conoce como presión oncótica del plasma. Dicha presión se aumenta como resultado del entrenamiento en perros bien alimentados.

El riñón también ayuda a conservar el volumen plasmático durante el ejercicio. Una disminución del volumen plasmático conlleva a la vasoconstricción renal y disminución de la tasa de filtración glomerular, disminuyendo el volumen de orina y con ello las pérdidas de volumen plasmático. El aumento de la presión osmótica durante un ejercicio prolongado produce además un estímulo para la secreción de hormona antidiurética (ADH) que conserva el volumen plasmático concentrando la orina.

En casos donde se pierdan demasiados electrolitos, la aldosterona también reduce las pérdidas de volumen plasmático estimulando la reabsorción tubular de sodio y agua. Se estima que un tercio de la energía basal se emplea en el mantenimiento de gradientes electrolíticos. La presencia de concentraciones anormales de electrolitos llevarían a una alteración de los potenciales de membrana musculares y nerviosos, alterándose las funciones contráctiles musculares.

De manera ideal, debería haber siempre agua disponible para los perros. Dada la imposibilidad que en una carrera pueda aportarse agua constantemente, se estipula como correcto la administración de agua como mínimo tres veces al día. Como el transporte de orina supone un sobrepeso innecesario, se recomienda retener a los perros durante una hora y media o dos horas después de beber, y que al soltarlos de las jaulas vacíen inmediatamente sus vejigas.

Debe administrarse agua lo antes posible después del periodo de ejercicio, no pretendiéndose la restitución de las pérdidas de una sola vez, y pudiéndose administrar fluidos isotónicos por otras vías. Se recomienda vigilar con la administración subcutánea de fluidos si las condiciones de temperatura puedan llevar al congelación de los mismos.

VITAMINAS Y MINERALES

El trabajo aumenta las necesidades de vitaminas y minerales.

Bajo condiciones de trabajo se da un aumento de demanda de casi todas las vitaminas del grupo B, siendo éstas cofactores de enzimas claves en la generación de energía.

Así mismo la demanda de vitamina C también aumenta por su papel en la síntesis de carnitina y colágeno, y sus propiedades antioxidantes.

El elevado consumo de ácidos grasos polinsaturados y el elevado metabolismo de oxígeno aumentan el riesgo de peroxidación de membranas. Tal mecanismo lleva a una miodistrofia. Aumentar el aporte de vitamina E de 1 a 5 veces mantenimiento ayuda a prevenir dicho proceso. Se recomienda suplementar con 400 UI/día la dieta recibida por los perros, en forma de alfa-tocoferol.

Como en las vitaminas, las necesidades de minerales aumentan con el trabajo. Normalmente la estrategia que se sigue es la suplementación de la ración con carne. La carne es rica en fósforo con lo que se necesitará de suplementación de calcio para mantener un equilibrio, aunque niveles superiores al 2.5% de la MS, del orden del 3%, pueden provocar la aparición de diarreas por la producción de jabones insolubles dadas altas concentraciones de grasas en la dieta. Además una suplementación excesiva en calcio lleva a una deficiencia de Zn por inhibirse la absorción intestinal de éste.
Las necesidades de hierro también aumentan con el ejercicio, aunque suele ser suficiente el aporte de carne roja y un exceso en su suplementación lleva a la aparición de diarreas hemorrágicas.

En conclusión, alimentar mediante una dieta compuesta total o parcialmente por un pienso de alta calidad para competición es la solución más segura. Aquellos que deseen suplementar con vitaminas y minerales deben conocer las disponibilidades, interacciones y niveles de tolerancia de éstos, porque al darse en exceso, pueden producir una disminución de la capacidad atlética.



PUNTOS CLAVE

1. Las grasas aportan 2,25 veces más energía que las proteínas o los carbohidratos; así pues la densidad energética de la dieta sólo puede incrementarse aportando mayor porcentaje de grasas.

2. Los perros toleran altas concentraciones de grasas en la dieta si éstas son introducidas gradualmente y el aporte de nutrientes no grasos se mantiene.

3. Las concentraciones máximas de grasa (70 a 80% de las calorías) sólo deben administrarse durante episodios de máxima actividad y no se consiga que el atleta ingiera tantas calorías como gasta.

4. El aumento de necesidades proteicas por trabajo es más pronunciado cuando la intensidad o la duración del ejercicio aumenta rápidamente, como el principio del entrenamiento, cuando aumenta la intensidad o la duración, o durante la competición.

5. Del 30 al 40% de las calorías de la ración de competición deben proceder de proteínas.

6. Los carbohidratos usados en dietas para perros de trabajo tienen que ser altamente digestibles para disminuir la masa fecal.

7. La diarrea por estrés se ve disminuida en perros de trabajo que reciben pequeñas cantidades de carbohidratos en la dieta.

8. El agua es el nutriente más esencial.
9. El estado de hidratación es el factor más importante que determina la capacidad de resistencia.
10. Debe administrarse agua tan pronto como sea posible después de la carrera.

11. De igual manera que el temperamento del perro, ambiente, y esfuerzo físico cambian cada día, el aporte nutricional requiere ajustes diarios




Bilbao Press